PIERRE ABELARD “El demoniaco”
Pierre Abelard nació en la
villa francesa de Le Pallet en 1079 y falleció en abril de 1142 en Châlons.
Filósofo francés considerado erudito de la lógica y de la dialéctica.
Extraordinario docente, escritor, músico y poeta. Cultivó muchas disciplinas y
es uno de los intelectuales referentes en la edad media. Su agitador
pensamiento le valió el apodo de “El Demoniaco”
Abelard nació en el seno de
una familia adinerada por lo que su educación esmerada generó frutos de
sabiduría rápidamente. Estudió con las más grandes
mentes filosóficas y teológicas de su tiempo: Roscelin de Compiègne (de
1092-1099), Guillermo de Champeaux (de 1100- 1102 y 1108 a 1110), y Anselmo de
Laon (en 1113). Aunque cada uno de estos hombres
fueron grandes guías de su reputación intelectual, Abelardo se convirtió
rápidamente en desencantado con todos ellos.
En 1117 se convirtió en tutor
de Eloísa, sobrina de Fulbert, canónigo de la catedral de Notre Dame en París.
Eloísa y Abelardo se enamoraron, y ella dio a luz un hijo a quien llamaron
Astrolabio. Ante la insistencia de Abelardo se casaron en secreto y convenció a
Eloísa para tomar los votos sagrados en la abadía benedictina de
Saint-Argenteuil. Su tío Fulbert, al principio enfurecido por la relación entre
los dos y después algo aplacado por su matrimonio, decidió, no obstante, que
Abelardo tenía que abandonar a Eloísa en la abadía y castrarse, aunque algunos
biógrafos señalan que fue el propio Fulbert el que castró a Abelard por lo que
pagó su delito con la misma acción y el destierro.
Eloísa entró en una orden de
religiosas, mientras Abelardo se recogió en la abadía de Saint-Denis-en-France,
en París. La primera obra publicada de Abelardo, un tratado sobre la Trinidad
(1121), fue condenada y quemada por un concilio católico que se reunió en
Soissons en ese mismo año. Obligado a dejar Saint-Denis-en-France, Abelardo
fundó una capilla y un oratorio, llamado la Paraclete, en Nogent-sur-Seine. En
1125 fue elegido abad del monasterio de Saint-Gildas-de-Rhuis, donde escribió
su autobiográfica Historia Calamitatum (Historia de mis desventuras,
1132). En esa época comenzó la famosa relación epistolar con Eloísa, cartas que
han llegado a ser clásicos de la correspondencia romántica. En 1140 san
Bernardo de Claraval, eminente religioso francés quien consideraba que los
métodos dialécticos de Abelardo eran peligrosos y poco respetuosos con los
dogmas de la fe, convenció al concilio católico reunido en Sens, y al papa
Inocencio II, de condenarlo por sus escritos y enseñanzas racionalistas y
escépticas. En su camino a Roma para apelar contra la condena, aceptó la
hospitalidad de Pedro el Venerable, abad de Cluny, y permaneció allí durante
meses. Abelardo murió en un priorato cluniaciense cerca de Chalon-sur-Saône. Su
cuerpo fue llevado a la Paraclete; cuando Eloísa murió en 1164 fue enterrada
junto a él. En 1817 ambos cuerpos fueron trasladados a una tumba común en el
cementerio de Père Lachaise, en París
Abelard fue uno de los pensadores
más destacados de la edad media. En el énfasis que puso en la discusión
dialéctica, Abelardo seguía al filósofo y teólogo del siglo IX Juan Escoto
Eriúgena, y precedía al filósofo escolástico italiano santo Tomás de Aquino. La
principal tesis dialéctica de Abelardo es que la verdad debe alcanzarse
sopesando con rigor todos los aspectos de una cuestión y se presentó en Sic et nan (Así y de otra forma, c.
1123). También se anticipó a la posterior dependencia teológica de la obra de
Aristóteles, más que de la de Platón. Abelardo reaccionó con fuerza contra las
teorías del realismo extremo, negando que los conceptos universales tengan
existencia independiente fuera de la mente. Según Abelardo, 'universal' es una
palabra funcional que expresa la imagen combinada de esas asociaciones comunes
de palabras dentro de la mente. Esta posición no es nominalista, porque
Abelardo subraya que las asociaciones de las cuales está formada la imagen y a
las que se da un nombre universal tienen una cierta semejanza o naturaleza
común. Su teoría es un paso definitivo hacia el realismo moderado de Aquino,
pero carece de una explicación del proceso por el que se forman las ideas. En
la evolución de la ética, la mayor contribución de Abelardo fue sostener que un
acto debe ser juzgado por la intención que guía a quien lo realiza. Además de
las obras mencionadas, Abelardo escribió muchos libros en latín sobre ética,
teología y dialéctica, así como poesía e himnos religiosos, además su obra
musical se extiende a alabanzas amorosas para su única musa: Eloisa.
María José M Aguirre