Robert Cruz: Microcuentos

 

Robert Cruz nació en Santiago un 9 de enero de 1985 pero ha vivido toda su vida en el puerto de Coquimbo. Es profesor de estado en castellano y filosofía, dedicando la mayor parte de su tiempo a ejercer la docencia. Se inicia en las letras en su adolescencia haciendo relatos cotidianos intimistas y reflexivos, orientados a su crecimiento interno y su visión cristiana de la vida y el mundo. Es un apasionado de los microcuentos y su autor favorito es C.S. Lewis.

 

 

  

 
 
 

Limosna

Llegó temprano al banco con su tarrito de limosnas a depositar el millón de miradas recaudadas el día anterior. La cajera le miró de reojo y le echó una mirada más al tarrito.

 

 

 

Patiperro

No es por jactarme, pero creo conocer Santiago mejor que nadie. He estado en todas sus avenidas, he presenciado protestas en el centro y celebraciones en plaza Italia. Despierto tempranísimo y no paro de correr las calles hasta altas horas de la madrugada. Conozco poetas, empresarios y animadores. A propósito, siempre he querido ser famoso (aún no lo logro).  Un día salí por tres segundos en la televisión escoltando al Presidente toda una cuadra, aunque nadie lo notó. He intentado contarle esto a los que pasan apurados, pero cuando eres un perro vagabundo, por más que ladres nadie te presta atención.

 

 

Chat

Se le veía siempre encorvada y con algo luminoso entre manos. No escuchaba ni atendía a nadie, solo reía de vez en cuando. En ocasiones se enderezaba para volverse a encorvar. Tenía la capacidad de caminar calles enteras agitando los dedos a una velocidad impresionante. Esquivar a los que pasaban a su lado ya era cosa fácil. La luz en sus manos le traía hipnotizada a tal punto que  olvidó cómo  mirar de frente. 

 

 

 

Ilusión

Cuando sus amigas le vieron llegar de vuelta al hogar, nadie quiso  preguntarle qué había sucedido. Tan solo le miraron con un gesto de resignación.  La tristeza invadió el lugar y las ideas revotaron de un lado a otro. Fueron tantos desvelos, tantos saltos, ¡tantos sueños, tantos! Todo estaba listo para alcanzar el estrellato, sin embargo,  el sueño se derrumbó y su ánimo también.  Hasta ahora nunca nadie le había visto así. De pronto quebró el silencio y en voz baja le susurró a sus compañeras diciendo: “el circo ya no está recibiendo a  pulgas saltarinas”. 

 

 


 

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