Valdimir Boroa: Poeta extemporáneo

Vladimir Boroa es oriundo de la localidad de Placilla, un suburbio de Valparaíso, Chile. Nacido aproximadamente a mediados de los noventa,escribe y declama desde temprana edad.Tiene un libro publicado, que lleva por título “Escatología, poemas para un holocausto nuclear. Actualmente trabaja en dos poemarios, sin embargo,no se sabe bien de qué  tratan.Ganador de concursos literarios nacionales en el  2017, y finalista en diversas convocatorias literarias, donde ha recibido favorables críticas sobre su trabajo. Suele escribir sobre temas extemporáneamente ajenos a su presente: la caída de las grandes civilizaciones del pasado y la futura ruina que elabora el paso de los años; es decir, aquella anecdótica sucesión de apogeos, auges y declives que algunos llaman Historia. Jamás se ha marchado de su pueblo natal.

 

 


 

 

 

Edvard Munch

 

“Un día nacimos, un día moriremos, el mismo día, el mismo instante, ¿no le basta?

Pozzo, a Vladimir

 

No vio en las bellas tardes el cielo enrojecido,

ni el vuelo de las aves, ni del amor el rito;

en ellas vio el vacío, colosal e infinito

donde todas las tardes serán polvo y olvido

 

Observó el sol inútil, doblegado y herido

al final de algún día, batiéndose marchito;

así surge la icónica obra, llamada El grito,

que advierte desgarrada su lúgubre sentido:

 

Un día habrá un ocaso, y luego habrá una oscura

y perpetua intempesta de sigilo y de sueño;

la roja tarde anuncia tu eterna sepultura.

 

Labrada desde siempre. Es ella la abertura;

preludio del vacío que siempre fue tu dueño.

no importarán tus gritos de sórdida locura.

 

 

 

 

 

 

Babilonia

 

I

 He oído sobre imperios miserables,

roídos por las fauces del vacío,

que empuñaron su breve poderío

creyendo que eran inconmensurables.

 

He oído de ciudades poderosas

caídas como solo un dios podría

caer desde su cielo a la agonía

y morir entre sombras herrumbrosas.

 

Quién toque el ancho cielo se deflagra,

y a quien quiera abarcar el infinito

espacio, el tiempo ejercerá su rito

sutil de la clepsidra y la podagra.

 

Así pasó con cierta cuidadela

enorme que otros años sepultaron

los vientos del olvido la apagaron

como quién sopla el fuego de una vela.

 

 

 

 

 

 

II

 

Babilonia y sus lunas olvidadas

bajos desvanecidos cenotafios

desgracia de ilegibles epitafios

entre el sueño de tierras devastadas,

sepultada bajo la negra escoria,

borradas para siempre de la historia.

La nostalgia impera sobre la ruina;

el tiempo dirige su trayectoria

hacia la vacuidad de la memoria.

Ya ninguna escritura vaticina

el retorno de la gran Babilonia.

 

Babilonia y sus soles derribados

como un hombre que al tiempo desafía,

como flores marchitas de agonía

de jardines colgantes apagados.

La oscuridad cayó como una plaga

como un demonio que todo se traga.

Los sabios anunciaron una cosa:

nada hay hecho que el tiempo no deshaga

ni que sobreviva en la historia vaga.

¡Babilonia, la grande y poderosa!

¡Ya ni lunas ni soles le deparan!

 

 

 

 

Postquam vitae

 

Desde el ruidoso llanto vagamos hacia el polvo

de aquella noche quieta que deba devorarnos.

El brillante camino es una sola herida

diseminada en pasos.

No mires hacia el cielo buscando una respuesta,

sólo hallarás pregunta e irresolubles dudas.

Ya sea que camines con dioses, o sin ellos,

serás lo mismo: nada.

 

Se apagarán tus ojos. Se detendrá tu sangre.

Serás oquedad, noche, silencio, ausencia, tierra.

Brotará de tu carne la paciente carroña.

Después de esto vacío.

Serás…No. No serás, pues no tendrás estadio.

Ni sombra habrá quedado de ti, polvo compacto;

conjunto de sistemas, sensaciones, ideas;

complejo pero breve.

 

No quieras redimirte para purgar tus faltas.

Afuera de esta vida no existe un paraíso,

ningún infierno aguarda, no hay purgatorio alguno.

Después del mundo hay nada.

 

 

 

 

 

 

 

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