Yamil Artigas: letras y palabras profundas

  Yamil Artigas vio la luz en  Mar del plata, Argentina el 29 de julio de 1989. Desde pequeño sentí atracción a la lectura y la escritura.  En 2016 publicó  su  primer  libro "La conspiración de los calibanes". En 2019 participó  del libro virtual "Noveles". Actualmente estoy trabajando en una novela.

 

 



BATALLA EN EL HIELO


Y es mezquino el sol que alumbra
a los agotados hombres dementes
Oye el capitán la penumbra
batalla que vio el valiente.
¡El cobarde ya se nos ha rendido
y a su tierra natal regresa!
Con la honda del rey lo han batido
al hielo con su indiferencia.
Y son ejércitos que han bramado
su poderío aquí, en estas tierras
Capitán invierno ha sellado
el terreno; Marte puso las reglas.
Este ritual, como el tiempo,
fue forjado por el laurel del poeta
las flechas, volando el blanco cielo,
son fascinación de la guerra.



1997

¿Dónde se han ido los días primitivos
en los que un solitario beso apaciguaba la carga de la mañana?
Se confundía con un hato de estrellas
el vislumbre de una primavera nueva
vestida de hojalata.
Donde, donde se han ido, aquellos días placenteros
cuyo recuerdo añoro en el presente.
Se han ido, y no han vuelto,
aquellos días de mi infancia.
Oh viajero del tiempo, ignoras
el deleite de un desayuno en la cama.
Porque el sol en esos días brillaba
con más fuerza que en todos los veranos
y el cielo era más suave y exquisito
al rayar el alba.
¡Dichosa armonía de los elementos
mi alma experimentaba!
No había inquietudes y celos
en esos días de mi infancia.
Ahora poseo más inquietudes que en toda mi historia
y sólo la poesía me salva.
¿Por qué ha concluido el estrepito,
la viveza, la grandeza,
la excelencia de mi templo,
las ansias de conocimiento,
el pudor de lo incierto?
¡Oh década bendita
conservo tu recuerdo como un tesoro
en mi corazón!
Te cobijas a mi memoria
como el ritmo de una serenata
tocado al claro de luna

una noche soñada.
Un claustro, desafiante y uniforme,
engrandece a cada paso
con el ritmo de una marcha fúnebre
en una noche de fantasmas
tan siniestra como una tumba bajo tierra.
Como los extraño, como los extraño,
años de mi primera inocencia
salpicados de hermosos recuerdos diáfanos
en tardes soleadas.
Todos los días eran septiembre
todas las tardes eran encantadas.
Bajo los árboles se disolvían los elementos
aquellos, de mi tierna infancia.
Se quebró un jarrón en la noche.
Me robaron mi acceso al jardín perenne.
Se esfumaron las nubes de noviembre
y ocultaron el sol, el sol de abril.
Nubarrones centelleantes anticipan borrascas
en esta nueva etapa de mi vida.
El servicio de las fantasías es consuelo
para escribir esta poesía.
Quiero ocultarme, como antaño, bajo las ramas de las higueras
y la lluvia intensa
que humedecía mi rostro, sacudiéndolo
con tanta pasión y deleite
como una alegría manifiesta
en todas mis facciones irreverentes.
No hay luz sino hay sombra.
No hay acertijo sino hay respuesta.
Y no hay sonrisa sin lágrima
que en virtud la merezca.




EL FUNERAL DE DALILA


Escucha mi canción, querida madre.
Hoy es el funeral de Dalila.
Las lágrimas evocan lágrimas.
Las margaritas, en su pecho, también.
Allí yace, temblando con su lira,
o vagando entre los rosales.
¡Consuélenme en este instante
donde solo abunda el desconcierto;
y el temor, tras un audaz intento,
de arrebatarle, de su cabello, los trigales!
Olvidaos del tiempo y del olvido
cual ave que abandona su nido
y despliega vuelo elegante.
Como un aire tamizado de recuerdos
en el más oscuro de los suplicios elementales.
Traed un antiguo violín
y tocad con él una alegre romanza
porque en estos días de desesperanza
solo da aliento un suave crujir,
que apacigüen mis tormentos,
que destruyan los elementos,
que sancione decretos
imposiciones, derechos y valores
para continuar viviendo.
Y besadme la mano, con la pasión del fuego.
Vamos. Vamos. ¡Vamos!
Marchemos hacia la gloria
y, de este tiempo, la esperanza,
será lo que al alma castiga y salva

y será, acaso, la única victoria.
Cientos de recuerdos, miles de olvidos,
descansan cual trofeos de vida remendada,
como la pobreza del sirio
más eterna que todas sus batallas.
Mofadme con un alegre canto.
(Recordar el pasado no deseo).
Irritadme hasta la conclusión del sepelio.
Cuidadme y cubridme con su manto.
Porque la muerte no distingue a su cliente
que espera, sufriendo, entregar
el alma demandada.
Si redime, será su bondadoso recuerdo
para acelerar las horas descartadas.
¿De qué cantera se fundió la pólvora de vuestras armas?
¿De qué bosque la madera de su bala?
¿Vivimos felices por reclamar nuestra boca calla
como un susurro que no nos dice nada?
Hoy, hoy es el funeral de funerales.
Renuncio a mis placeres y amoríos,
a las tormentas en espirales.
Al suave y sutil cauce del rio
que hace volar los peces y nadar las aves.
Si estas renuncias no fueran posibles
de saciar mi alma condensada,
¡Renuncio a todos los abriles
y los traspaso con mil espadas!
¡Adiós, Dalila, virgen mártir
de los días ignorados!

Siempre tuviste, como un faquir,
unos clavos preparados.
Escucha mi canción, querida madre.
El canto es mío y es de todos.
Y a veces no lo es de nadie.
Injertadme el precio de la dicha.
Injertadme la sabiduría, que ante el pudor vacila.
Injertadme la lucha olvidada, el sabor del pan.
¡Injertadme el recuerdo de Dalila!

 

 

 A LA MEMORIA DE UN AMOR


¡Que triste silbaba el viento
aquella tarde de febrero,
cuando, oculto en el lamento,
llore, entre chalas, mi secreto!
Era morena infinita
de ojos y sonrisa fecunda.
Jamás había visto en vida
algo que en el amor abunda.
Su cabello era la gloria;
sus manos pequeñas, éxtasis.
Dios deja en la memoria
amores, decadencia, cenit.
Sus abrazos daban grandeza
a mi alma desnuda, abatida.
¡Qué pena no tener certeza
si era amor esa alegría!
Confiabame en las musas
todos los posibles pretextos.
Colocaba miles de excusas
para escribir estos textos.
Ha llegado la hora ¡amada!
En que cante yo estos versos.
Cuando bocas silenciosas
me lo cuenten en sonetos.

Calendario daba retorno
de otro año siniestro.
Una palmada en el hombro
decía que no seria severo.
Entre flores y mariposas
le vi su cuerpo esbelto.
Tal imagen elimino las sombras,
los días idos, los tormentos.
Los juegos, las risas, los llantos,
fueron parte de ese periodo.
Si no es fiel mi relato
renuncio, ¡renuncio a todo!
Fueron los mejores años
que mi memoria recuerde,
entre juegos y llantos,
confesiones y suertes.
Llego al final del relato
(testimonio del pasado),
prometo que en otro, acaso,
vuelva a este poema renovado.

 

 

Entradas populares